Editorial

Opinión: Concacaf nos regaló una nueva era en el fútbol

El fútbol es un juego, que desata pasiones incontrolables, que muchas veces saca a relucir lo bueno, lo malo, lo desagradable que tenemos adentro, pero es un juego.

Por Adrián Fallas |23 de julio de 2015, 5:14 AM

El dolor que sufrió Panamá, con dos pitazos del ahora infame Mark Geiger, debería ser el amanecer de una nueva era en el fútbol y cómo los medios y aficionados medirán de ahora en adelante las acciones de los actores del drama en la grama.

Luego de rasgarse las vestiduras, pidiendo, implorando –¿soñando? –, que Guardado se abrigara en el sacro manto del Fair Play –invento de la FIFA– para decidir botar el penal que al minuto 88’ del juego entre México y Panamá empataba las acciones, aplaudiremos cada vez que un jugador marre desde los once pasos los penales inexistentes que los colegiados marcan cada fin de semana.

Porque si vamos a celebrar estas acciones, debemos reprimir cada vez que un jugador se lance al piso tratando de engañar al réferi. Chiflaremos cada vez que un jugador saque ventaja de su posición irregular y anote en offside.

Los medios publicarán odas cada vez un jugador decida llamar la atención de la terna arbitral, por jugar el balón con la mano.

También llamaremos corruptas a las dirigencias cuando el favorecido por los horrores sea el pequeño y no México, ogro del área, simplemente por ser en la mayoría de los años el mejor equipo de la zona.

El fútbol es un juego, que desata pasiones incontrolables, que muchas veces saca a relucir lo bueno, lo malo, lo desagradable que tenemos adentro, pero es un juego.

Si los hechos de este miércoles por la noche en el Georgia Dome Stadium van ser analizados a la luz de un termómetro moral, tengamos cuidado... porque el domingo cuando sea nuestro equipo el que recibe una ayuda, la moral nos pedirá la misma congruencia que utilizamos para disecar el minuto a minuto de juego entre canaleros y mexicanos.