Por Natalia Jiménez Segura |20 de mayo de 2021, 13:20 PM

Estar con pacientes COVID-19, ayudarlos cuando están más enfermos y hasta verlos morir es parte del día a día de Andrea Esquivel.

Ella trabaja como terapeuta respiratoria en el Centro Especializado de Atención para Pacientes COVID-19 (CEACO). Sin embargo, nunca imaginó que una de esas personas contagiadas sería tan cercana.

El papá de Andrea pasó sus últimos días en este centro médico, pudo compartir con ella; pero falleció tras casi un mes de internamiento.

Don Minor Esquivel, de 57 años en ese momento, trabajaba como farmacéutico, también en la primera línea de respuesta. En agosto del año pasado empezó con síntomas y su prueba de COVID-19 salió positiva. Nadie más en su casa se enfermó.

Andrea, quien vive ahora con su esposo, dio recomendaciones a su familia para que aislaran a su papá en la casa. Estaban preocupados, ya que don Minor era hipertenso, su esposa de 55 años y su hija de 25 también tienen factores de riesgo.

Incluso, la profesional llevó hasta la puerta de la casa un oxímetro y un dispositivo para medir la presión de su padre.

“Mi mamá constantemente me mandaba fotos de si la saturación bajaba, la presión, el azúcar. Algo en mi corazón me decía que algo estaba mal, entonces yo acordé con un laboratorio para que le fueran a hacer unos exámenes específicos para ver cómo estaba toda la parte inflamatoria. Ahí fue cuando me percaté de que algo se estaba saliendo de las manos”, contó la terapeuta.

Ante un panorama no tan positivo, conversó con sus compañeros y le recomendaron que lo llevara al CEACO. Don Minor ingresó dos días después.

“Él fue ingresado el 18 de agosto, ya para el 19 estaba en Cuidados Intensivos y el 22 de agosto se intubó porque tenía muchísima dificultad respiratoria”, añadió Esquivel.

Según cuenta su hija, el hombre no quería intubarse. Sin embargo, como familia acordaron que iban a decidir lo que fuera mejor para él.

A partir de ese momento la salud de él se fue deteriorando, sus pulmones empezaron a fallar más, así como toda su parte renal.

Su cuerpo no aguantó más y murió el 11 de setiembre cuando Andrea estaba descansado en su casa.

Un paciente que jamás imaginó tener

Andrea, quien tiene 30 años, vivió la enfermedad de su papá muy de cerca. Tuvo la posibilidad de estar con él en el CEACO hasta su último día.

Aunque Andrea trata a pacientes COVID, no lo tenía que atender directamente, pero le daban permiso de ingresar al salón para acompañarlo. Le pasaba por la mente un drama que no había vivido antes: ¿la parte profesional o la parte humana?

“Es complicado porque hay que tener esa parte profesional también, pero gana 100% la parte humana. Es mi papá el que estaba ahí, siempre confiando a ojos cerrados en los profesionales que lo tenían a cargo y súper agradecida siempre con ellos”, añadió la funcionaria.

Ella quería estar siempre en el hospital para no separarse de su papá. Salía del CEACO con el corazón en la mano cuando se iba a descansar.

A pesar de esto, agradece y entiende que la oportunidad de tenerlo con ella los últimos días fue una en un millón.

“Le agradezco a Dios que me permitiera darle la bendición antes de que él falleciera y de poder tomarle la mano y estar ahí y despedirme de él. Por videollamada mi mamá y mi hermana también lo hicieron”.

“Cuando él no estaba intubado nos hablábamos por la puerta, hicimos videollamada con mi mamá y hermana y estuvimos hablando. Ya cuando estuvo intubado en varias ocasiones, yo entré a darle mi bendición. El 2 de setiembre hizo una crisis y pensamos que no iba a aguantar, entonces en ese momento logré entrar cuando lo estabilizaron y darle la bendición. Nunca traté de entorpecer esos procedimientos, siempre lo dejé en manos de los profesionales. Le dije que estuviera tranquilo”, añadió.

Como familia, esa oportunidad les da ahora fuerzas para seguir adelante sin él, a diferencia de otras familias que llevan a sus enfermos a los centros de salud sin saber si los volverán a ver.

"La vida sigue, Andrea"

Durante esas semanas, Andrea tiene un recuerdo en especial que siempre llevará en su corazón.

“Cuando entré y hablé con él le dije que tenía guardia en el Hospital México y le dije “papi, yo no voy a ir”. Él me dijo que por qué y yo le dije que jamás. “No puedo estar allá de guardia 24 horas sabiendo que usted está aquí en el CEACO”. Él me dijo "vamos a ver Andrea, pase lo que pase ustedes tienen que seguir, usted tiene que continuar porque usted tiene una vocación". Mi hermana tenía planes de boda para diciembre y me dijo que igual Mariana. Pase lo que pase, la vida tiene que seguir, la vida continúa, y por esa razón yo sigo aquí en pie, todavía en el ojo del huracán”, dijo la joven entre lágrimas.

La familia Esquivel Villalobos siempre recordará a don Minor, quien este jueves estaría cumpliendo 58 años, como una persona luchadora, bondadosa, amable y trabajadora.

Admiran y reconocen su profesión de farmacéutico y dejan muy en alto la ardua tarea de estas personas, que también están en la primera línea de respuesta.

“Muchas veces el primer lugar al que vamos cuando estamos enfermos es a la farmacia. Siento que esto se ha dejado de lado, todos hablan de enfermeros, terapeutas, profesores y casi nadie habla de los farmacéuticos privados que están en primera línea”, comentó.

Andrea, su familia y otras personas que perdieron a su ser querido farmacéutico realizarán un pequeño evento en Tres Ríos como homenaje. Usted puede obtener más información el siguiente enlace: https://fb.me/e/RNbISQ8X.

“Es un proceso de mucha confianza en Dios, que es el único que tiene el control. Ni siquiera nosotros los profesionales en salud lo tenemos. Y como decía papi: la vida continúa. Los que hemos perdido a nuestros seres queridos nos reconforta honrarlos, seguir viviendo como ellos quisieran que nosotros viviéramos”, concluyó la hija mayor de don Minor.