Política

Unos ganan y otros pierden con el pacto político del Gobierno

El Ministro de la Presidencia, Rodolfo Piza, es el gran perdedor porque gana el desprecio de la dirigencia de su partido, mientras que Costa Rica gana un nuevo modelo político

30 de abril de 2019, 23:55 PM

Cuando Patricia Mora, Ministra de la Condición de la Mujer, se desgañitó contra el Gobierno, en el momento que  pretendía aprobar la reforma fiscal y ponerle un candado a la huelga, el presidente Carlos Alvarado llamó por teléfono, de urgencia, a Ottón Solís.

Ocurría que muchos de quienes rodean a Alvarado le decían, en ese momento, que la conducta de Mora, hija de uno de los fundadores del Partido Comunista, era una rebelión contra su mandato.

Para algunos, Mora debía debía irse con la “máscara” encima de su cadáver político para la casa. “Debes echarla a la calle”,  le repetían al presidente Alvarado.

Ottón Solís, el padre de la idea que un gobierno del PAC  se fundiera en un pacto para administrar los asuntos públicos entre distintos, escuchó a Alvarado y luego le dijo:

“Tranquilo Carlos. Todos deben ser capaces de hablar y actuar de acuerdo con su ideología en temas que no son propios de su cartera. Lo que no debes permitir es que defieran con el gobernante en asuntos del ministerio a su cargo”.

Ese día, Patricia Mora sobrevivió y supo que perduraría  siempre que sus arrebatos no impactaran temas que sean propios de la condición de la mujer.

¿Por qué Alvarado buscó el criterio de Ottón Solís cuando Patricia Mora casi sale a las calles a oponerse a un proyecto estrella del nuevo gobierno como la reforma fiscal?.

Porque Ottón Solís y Carlos Alvarado fueron quienes fraguaron el pacto entre organizaciones políticas diferentes  para tratar de vencer la ingobernabilidad, en un país que pasó del bipartidismo a tener una elevada fragmentación del poder.

Ese pacto se convirtió en la más atrevida variante del sistema político costarricense en muchas décadas. Pero, a la vez, se transformó en la principal apuesta del gobierno para construir un método que permitiera hacer reformas sin que se produjera mucho oleaje político. 

Nadie había apostado tanto, políticamente, para resolver problemas importantes, como lo hicieron Carlos Alvarado y Ottón Solís.

En realidad, el pacto representó transformar el sistema político costarricense en una suerte de democracia parlamentaria sin reformar la Constitución Política.

El pacto permitió que varios partidos políticos miraran juntos para darle una nueva dirección a la historia.

Pero, un año después de ejecutarse ese pacto que llevó a Alvarado a entregar ministerios e instituciones públicas a adversarios políticos, hay ganadores y perdedores si se hace un inventario de resultados.

Ganadores y perdedores 

Para empezar, el presidente Alvarado ha gana y pierde durante el primer año del atrevido pacto político del que fue uno de sus arquitectos.

Gana porque el pacto le ha permitido a Alvarado hacer reformas estructurales importantes como la reforma fiscal. Lo hizo en condiciones muy adversas.

De paso, Alvarado logró vencer en una de las huelgas más complejas y duras de la historia laboral costarricense.

Como resultado de eso, Alvarado tiene un abultado apoyo entre los empresarios costarricenses porque están convencidos que ha cambiado, y quiere cambiar aún más, la parte que más frustra el progreso de los costarricenses.

Esos empresarios saben que el pacto permitió unir a socialistas, con liberales y neoliberales y a centristas  con demócratas cristianos, para que miren en la misma dirección.

Entre la buena herencia del pacto político se incluyen los resultados del equipo económico (que no es del PAC) porque ha logrado mantener una buena dinámica en la producción, o en temas más distantes como la estabilización  del tipo de cambio.

Pero a cambio de eso, el pacto ha metido al Presidente Alvarado en una suerte de trampa: le ha impedido reinvindicar, públicamente, las mejores obras de su gobierno.

El problema es que Alvarado no puede decir  “esta obra es mía” porque saltarían, y le reclamarían, los funcionaron que llegaron al gobierno desde otros partidos políticos.

Si Alvarado intenta ganar puntos con la activación de obras en carreteras, le recordarán que el Ing. Rodolfo Méndez viene del PUSC.

Igual sucedería con al freno a las distorsiones de la economía, para poner otro ejemplo.

Luis Haug de la empresa encuestadora CID Gallup, dice que, frente al pacto y a su gobierno, Alvarado se llevará siempre, consigo, lo negativo porque Costa Rica es un Estado presidencialista en el que el gobernante asume siempre lo “malo”.

De acuerdo con eso, Alvarado no podría asumir lo bueno y restar lo malo. Su problema es que de lo bueno únicamente puede reinvindicar lo que conducen los funcionarios que pertenecen al PAC.

También se pierde en el partido

El dos veces candidato presidencial de la Unidad Social Cristiana, Rodolfo Piza, fue quien más sorprendió al país al asumir el cargo de mayor relevancia en el Gobierno.

Ser Ministro de la Presidencia significaba estar al lado del gobernante, alimentar las relaciones con los diputados, detener crisis y negociar en el nombre del mandatario.

Eso lleva a ganar una buena exposición pública, sobre todo si los aciertos ganan a los desaciertos en una administración pública.

Pero, un año después de asumir, en un gobierno ajeno, el cargo de Ministro de la Presidencia, a Rodolfo Piza ya no lo quieren en su partido político.

Eso se entiende si se escucha a Randall Quirós, presidente del Comité Ejecutivo del PUSC, quien dijo, cuando se le preguntó si estaban dispuestos a recibir de nuevo a Piza: “No le vaticino nada bueno”.

Mucho menos futuro le otorga Quirós  a Piza cuando examina la posibilidad de que quiera regresar a a ser candidato presidencial. Cree que tiene agotada cualquier posibilidad de ese tipo en el PUSC.

Piza llegó a ser Ministro de la Presidencia cuando el Presidente Carlos Alvarado entendió, con buen genio, que su gobierno debía economizar los desacuerdos.

Incluso, diputados del PUSC que pidieron no ser citados, dijeron que Piza podría salir corriendo del Gobierno cuando el presidente Alvarado ponga en marcha temas del aborto o sexuales con los que dijo no estar de acuerdo en la campaña política.

Otros legisladores, aunque no Quirós, creen que el PUSC podría tener un limitado apoyo en las elecciones municipales a causa de la confusión electoral que podría haber causado Piza al asumir el cargo más importante en un gobierno del PUSC.

En el PUSC muchos creen que Piza lo único que le provocó a ese partido fue un “gran daño” que tarde, o temprano, les reventará en la cara.

Tal vez por eso es que hay poca comunicación entre Piza, los diputados del PUSC, y los principales dirigentes. Eso sí: Piza supo incorporar en sus planes a algunas de las figuras más relevantes de su partido para que condujeran los asuntos económicos, hacendarios o de infraestructura.

A pesar de todo, se puede advertir que Piza es un perdedor de cara a su partido.

Teletica.com quiso hablar con Piza sobre el balance de este pacto político pero uno de sus colaboradores dijo que el funcionario estaría dispuesto a conversar después del primero de mayo.

Primero en la génesis

El primer costarricense que parió la idea de hacer un gobierno con una fuerte gerencia de un pacto parlamentario fue Ottón Solís.

Solís mira hoy hacia atrás y está convencido que la reforma política de Alvarado es “un modelo sin precedentes” y colocó a Costa Rica bajo la fortaleza de una nueva conquista intelectual.

El hecho de juntar a liberales, neoliberales, socialistas, demócratas cristianos y a otros es, para Solís, una de las mejores conquistas políticas de los costarricenses.

¿Qué se debe hacer? 

El fundador del PAC opina que esa liga entre diferentes  puede tener la capacidad producto el efecto de aprobar reformas estructurales como nunca antes se ha logrado en Costa Rica,

Pero Ottón Solís cree que ese tipo de acercamiento hacia una democracia parlamentaria, sin necesidad de pasar por una reforma constitucional, debe sufrir otros cambios.

Para él, uno de los más importantes es que los cargos los entregue el partido político en el poder, de acuerdo con el número de diputados que posea cada agrupación política.

Esto facilitaría la aprobación de grandes acuerdos y fortalecería los entendimientos, según su criterio.

Eso significaría que cada partido obtendría plazas gubernamentales de acuerdo con los votos que reciban sus diputados.

Frente a todo eso, hay una realidad: el pacto no tiene precedentes. Hay una herencia buena en él. Otros creen que no. Lo cierto es que hay ganadores y perdedores. De eso no hay duda.