Por Stefanía Colombari |24 de septiembre de 2017, 11:13 AM

Cuando pensamos en el Medio Oriente usualmente se nos vienen a la mente imágenes de un clima árido y desértico. Quizá por eso es que cuando Cristian Cubillo y yo (Stefanía Colombari) llegamos a una catarata turquesa rodeada de naturaleza, no pudimos dejar de sorprendernos. No porque en Costa Rica no hubiese cientos de estas, sino por habernos encontrado un paisaje de esta categoría a 50 kilómetros de la frontera con Irán; se trata del Monte Korek, ubicado a unas dos horas de Erbíl, toda una maravilla natural.

Lo que veíamos no distaba de las cascadas ticas en donde las familias se aglomeran para disfrutarlas, mientras los niños corren y juegan. La excepción era que a pesar de los 45 grados Celsius de temperatura nadie llevaba traje de baño. Lo único que quedaba expuesto eran las extremidades y las mujeres vestían sus típicos velos. 

El escenario era refrescante y las personas disfrutaban del agua helada producto del derretimiento de la nieve, porque sí, aquí nieva. Alrededor habían distintos tipos de comercios, los cuales vendían desde los conocidos refrescos gaseosos con el nombre en árabe, hasta sombreros, anteojos y juguetes. 

Algunos de los locales y restaurantes estaban ubicados en edificios sin terminar, ya que los dueños se vieron afectados producto de la invasión de Daesh (Isis) y por el cese de entrada de recursos por parte del Gobierno de Irak.

A unos cuantos kilómetros de distancia se encontraba también el teleférico del Monte Korek. Lo tomamos junto con Azad - asistente del Dr. Ihsan, nuestro anfitrión - quien nos había llevado a este paseo con el objetivo de que le pudiéramos explicar al mundo que aquí también hay centros turísticos de los cuales disfrutar. 

Durante un recorrido de 35 minutos vimos el paisaje majestuoso de las montañas del Korek, una geografía seca pero imponente. Aquí se nos reafirmó que la conciencia universal derrama la belleza por todos los rincones del planeta.

El recorrido no podía terminar sin el típico almuerzo kurdo por lo que de regreso pasamos a comer a un restaurante que nos sirvió pollo, un arroz con fideos tostados y frutos secos, ensalada, sopa de tomate, frijoles en caldo de tomate y pan pita. Cabe mencionar que muchos de estos platillos se comparten entre los comensales sin ningún tipo de reparo, pero sobre el tema gastronómico les hablaré en una próxima crónica. 

Nuestra aventura turística había terminado por el momento. Mañana deberíamos llegar muy cerca de Mosul, a los territorios ocupados por Daesh (Isis) hasta hace algunos meses.