Por José Fernando Araya |8 de junio de 2017, 11:47 AM

Las primeras lluvias desde el mediodía en las cercanías de La Sabana presagiaron lo peor para los aficionados de la Tricolor.

Pese a que el aguacero mermó un poco cerca de las 3 p. m., la lluvia al final terminó ganándole el pulso al fervor patrio en horas de la tarde.

En el momento de abrirse las puertas del Estadio Nacional (4:30 p. m.) prácticamente no quedaba ningún sector del reducto seco, incluso, las pocas personas que ya se encontraban en las graderías llegaron con ponchos, capas multicolores y todo tipo de cobertor contra el agua.

Antes, las afueras del Nacional lucían tradicionalmente pintadas del blanco, azul y rojo.

Las trompetas –o copias de las afamadas vuvuzelas- comenzaron a vibrar desde muy temprano.

Los cuidacarros comenzaron a poner los conos para guardar “espacios” cerca del mediodía y la reventa comenzaba a hacer su “agosto” como en cada partido de La Sele.

Apenas paró la lluvia, volvió el ambiente a las calles. Los vendedores de todo tipo, buscaron refugio en paradas o cualquier otro sector con algún techo de por medio.

Las ventas iban bien hasta el momento del retorno de la lluvia. Las pelucas tricolor a 2.000 colones y los charros a ¢4.000.

La reventa se mantuvo con diferencias de ¢5.000 en adelante en cualquier tipo, aunque en palabras de los vendedores informales el precio bien podía aumentar con el paso de las horas, sobretodo en el sector de sombra.

La lluvia siguió, pero poco a poco las graderías pasaron de teñirse en rojo a formar un mosaico multicolor por la diversidad de capas, eso sí, nada enfrió el ánimo y positivismo de los ticos por querer ver un triunfo de la Tricolor.

Ahora será La Sele la que tendrá que devolver ese apoyo a su afición con un triunfo esta noche ante Panamá.