Por AFP Agencia |12 de diciembre de 2016, 1:48 AM

Uno luchó por salir de la Unión Europea, el otro por mantenerse. Casi seis meses después del referéndum del 23 de junio, dos treintañeros británicos debaten el Brexit.

Organizado a iniciativa de AFP, la discusión se desarrolla en un lugar simbólico, la estación internacional de Saint Pancras, en Londres, por donde cada día pasan miles de personas que viajan entre las islas británicas y el continente.

Por un lado, está Chris Mendes, de 31 años, barba de tres días, frente despejada y camiseta marrón. Este ingeniero informático, antes admirador de Tony Blair, es un desencantado del laborismo y ahora apoya al UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido), antinmigración y antieuropeo.

Por otro, Thomas Cole, un experto en política internacional de 33 años, de aspecto pulcro, suéter, camisa y bufanda al cuello.

No hace mucho tiempo, este eurófilo trabajaba en Bruselas para la Comisión Europea, el ejecutivo de la UE, pero volvió a su país para defender la permanencia en el bloque durante la campaña del referéndum y afiliarse al Partido Liberal-Demócrata.

"Estoy muy, muy animado ante el futuro", dijo Chris, sonriente.

"Obviamente, hay una clara resistencia al Brexit, pero lo esperábamos", añade, en referencia a las demandas judiciales o las negociaciones con Bruselas, que se vislumbran tensas.

- Un divorcio sin compromiso -

"Ganamos la guerra, ahora hay que ganar la paz", añade Chris, citando al exlíder del Ukip Nigel Farage.

Para Thomas, es un trago difícil. "Es cierto, el referéndum ocurrió. Pero eso no significa que tengamos que decirnos 'bueno, ya está, cambiamos de tema'", afirmó, recordando que la votación no era legalmente vinculante y que el Parlamento -mayoritariamente proeuropeo- debería tener voz y voto.

Thomas estima igualmente que si las negociaciones con Bruselas se eternizan, las próximas legislativas, en 2020, podrían convertirse en un nuevo plebiscito.

"No podría estar más en desacuerdo", replica Chris. "Francamente, me pregunto si hubieras dicho lo mismo si la permanencia (en la UE) hubiera ganado", añade, acusando de "mala fe" a su interlocutor.

"No es mala fe", replica Thomas: "Es simple, dejemos decidir al Parlamento, para eso está".

Otro punto de discordia es el carácter de la ruptura.

Chris no quiere tener nada que ver ya con la UE, quiere un divorcio sin compromisos. "Queremos salir del mercado único. Votamos a favor de recuperar el control total de nuestras leyes y fronteras", aseguró.

Pero, pregunta Thomas, ¿y las consecuencias?. "¿Sería bueno para la economía? No. ¿Para la libre circulación de británicos como yo? No".

- El debate es sano -

- "Entonces, ¿qué quieres?", pregunta Chris. "¿Seguir en el mercado único?"

- "Si pudiera elegir, preferiría que las cosas siguieran como ahora"

- "Eso no ocurrirá"

- "Espera un segundo", insiste Thomas, imaginando que Europa emprendiera reformas del agrado de los euroescépticos.

- "Eso tampoco ocurrirá"

- "Pues bien, yo creo que es posible"

El diálogo es vivo pero educado e incluso cordial. Ambos coinciden en alabar el intercambio de ideas que ha generado el Brexit.

- "Es muy sano", dijo Chris. "Hacía 40 años que no hablábamos de estas cosas. Y ahora, por primera vez, lo hacemos"

- "Estoy de acuerdo", responde Thomas. "Creo que ignorar las inquietudes de la gente es esencialmente peligroso".